Soy tal como Dios me creó.
Sólo con que mantuvieses este pensamiento fijo en la mente, el mundo se salvaría. Lo repetiremos de vez en cuando, según vayamos alcanzando nuevos niveles en nuestro aprendizaje. Y a medida que avances tendrá cada vez más significado para ti. Estas palabras son sagradas, pues son las palabras que Dios dio como respuesta al mundo que tú construiste. Con ellas éste desaparece, y todo lo que se ve en sus brumosas nubes y vanas ilusiones se desvanece cuando se pronuncian estas palabras, pues proceden de Dios.
He aquí la Palabra mediante la cual el Hijo se convirtió en la felicidad de Su Padre, en Su Amor y en Su compleción. He aquí donde se proclama la creación y donde se honra tal como es. No hay sueño que no se disipe con estas palabras; no hay pensamiento de pecado o ilusión en dicho sueño que no se desvanezca ante su poder. Estas palabras son la trompeta del despertar que resuena por todo el mundo. Los muertos despiertan en respuesta a su llamada. Y los que viven y oyen este sonido jamás verán la muerte.
Santo es en verdad aquel que hace suyas estas palabras; que se levanta con ellas en su mente, las recuerda a lo largo del día, y por la noche se las lleva consigo al irse a dormir. Sus sueños son felices y su descanso está asegurado, su seguridad es indudable y su cuerpo goza de perfecta salud porque duerme y despierta con la verdad ante sí en todo momento. Salvará al mundo porque le da a éste lo que él mismo recibe cada vez que practica las palabras de la verdad.
Nuestra práctica de hoy es muy simple. Pues las palabras que utilizamos son poderosas y no necesitan pensamientos adicionales para poder producir un cambio en la mente de aquel que las utiliza. Este cambio es tan absoluto, que ahora dicha mente se convierte en la tesorería en la que Dios deposita todos Sus dones y todo Su Amor, para que sean distribuidos por todo el mundo, se multipliquen al darse y se conserven intactos porque su compartir es ilimitado. Y así aprendes a pensar con Dios. La visión de Cristo ha restaurado tu vista al haber rescatado tu mente.
Hoy te honramos a ti. Tienes derecho a la perfecta santidad que ahora aceptas. Con esta aceptación todo el mundo se salva, pues, ¿quién seguiría abrigando el pecado cuando una santidad como ésta ha bendecido al mundo? ¿Quién podría desesperarse cuando la perfecta dichaes suya y está al alcance de todos como remedio para el pesar y la miseria, para toda sensación de pérdida y para escapar totalmente del pecado y la culpabilidad?
Y ¿quién no sería ahora un hermano para ti, al ser tú su salvador y redentor? ¿Quién no te abriría su corazón amorosamente, ansioso de unirse a uno que es tan santo como él? Tú eres tal como Dios te creó. Estas palabras disipan la noche, y ya no hay más oscuridad. La luz ha venido hoy a bendecir el mundo. Pues tú has reconocido al Hijo de Dios, y en ese reconocimiento radica el del mundo.